Camino angosto
- Maqui De Debroy
- 10 nov 2015
- 2 Min. de lectura
“Es muy fácil andar por el camino que lleva a la perdición, porque es un camino ancho. ¡Y mucha gente va por ese camino! Pero es muy difícil andar por el camino que lleva a la vida, porque es un camino muy angosto. Por eso, son muy pocos los que lo encuentran”. (San Mateo 7:13, 14 TLAD) Constantemente tomamos decisiones, como estos dos caminos de los que Jesús nos habla en este pasaje. Uno de destrucción y otro, de vida. El ancho, donde muchos van, es el camino de la falta de perdón, la venganza, la envidia, el chisme, la manipulación, la queja. Justificamos el por qué tomamos este camino, como cuando somos niñas y nos excusamos al decir: “Todo el mundo lo hace” o “no sabe lo que me hizo, jamás podré perdonarlo". Otras veces admitimos: “No quiero ser chismosa”, pero murmuras detrás de la persona. Hablamos de los esposos con amigas cuando no están presentes, nos quejamos de nuestros empleados continuamente, manipulamos con culpa a nuestros hijos, por citar algunos ejemplos.

En nuestras emociones, tomamos este camino ancho, sin pensar en las consecuencias de que puede llevarnos a la destrucción. El camino angosto es el menos transitado. Como devolver las monedas que te dieron de más, perdonar a una amiga que habló mal de ti, no contar un secreto o una situación delicada de la que te acabas de enterar, no quejarte cuando llegas a casa cansada por la noche y todavía te falta una lista interminable de cosas que hacer mientras tu esposo mira televisión o no vengarte si tu pareja olvidó su aniversario. Creo que entiendes el punto. Hacer lo correcto, lo que Jesús haría aunque no tengas ganas de hacerlo y con una sonrisa. En lo teórico sueña precioso ¿no? Pero en la práctica es difícil, no hacer lo que sentimos. Sin embargo, me alienta hacia donde nos dirige este camino: ¡nos conduce a la vida! Mi amiga Irene tiene una frase que deseo compartir: “Lo bueno es bueno aunque nadie lo haga, y lo malo es malo aunque todo el mundo lo haga”.
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