Renunciar al yo

“¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? Desean lo que no tienen, entonces traman y hasta matan para conseguirlo. Envidian lo que otros tienen, pero no pueden obtenerlo, por eso luchan y les hacen la guerra para quitárselo. Sin embargo, no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios. Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer”. (Santiago 4:1-3 NTV) Para conocer el verdadero amor es necesario renunciar a nosotros mismos. El amor que la mayoría de gente conoce es el amor egoísta: “yo quiero”, “necesito que me___”, “a mí nadie me___”, "para mí__", “por mí", etcétera. ¿De verdad quieres amar y experimentar el verdadero cariño? Debes proponerte dar lo mejor de ti, con sacrificio voluntario para beneficiar a la otra persona o a los demás. Esto es algo de lo más difícil para el hombre en la actualidad porque en lugar de enseñarnos a dar, se nos enseña a querer recibir, obtener el mejor beneficio, aún a costa de sacrificar a los demás, no tanto a uno mismo. Si no podemos renunciar al orgullo y a un amor propio que nos hace solo ver nuestro propio interés y beneficio, nunca podremos ver corazones agradecidos que nos devolverán muchísimo más de lo que pudimos darles, no necesariamente en dinero sino en ese mismo amor que tanto llena el corazón de los que reciben.

​ Renunciar al YO no es lo más fácil, pero es la puerta para que Dios obre, entre a mirar en ti y haga de tu vida un oasis de amor, en medio de un mundo desierto y egoísta.