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COMO ENFRENTAR LA MUERTE DE UN SER QUERIDO

  • Foto del escritor: Macarena Casse de Debroy
    Macarena Casse de Debroy
  • 20 may 2015
  • 7 Min. de lectura

La muerte siempre acontece. Hemos aprendido a lo largo de la vida, que este suceso inevitablemente ocurre. Pero, también, podemos llegar a aprender que es posible llenar de sentido una pérdida, y dar significado a una muerte y no solo ser sus espectadores mudos o sufrientes. Que la muerte de alguien amado no necesariamente es una experiencia para ser cargada en la columna de las pérdidas sino, tal vez, la oportunidad de un nuevo comienzo. El descubrimiento de un nuevo horizonte, no advertido hasta ese momento, para los que quedamos vivos.

El proceso de duelo

“Porque aunque no nos acordemos, aunque levantemos un muro de olvido, aunque no lo veamos, el sol siempre está”. Eduardo Grecco

en nuestras sociedades se niega o se regatea este espacio, este tiempo, donde la persona deberá hacer todo un proceso para poder recuperarse de la pérdida

El tiempo del duelo es un tiempo precioso y necesario. Es el tiempo que necesitamos para poder reajustar nuestra vida a la nueva situación que la muerte de un ser querido nos ha provocado.

La persona que está pasando por ello, sabe normalmente que es necesario, que necesita ese tiempo. Es preciso que su entorno, sus familiares, amigos, compañeros, también lo sepan y lo respeten. Que comprendan que es el único tiempo que la persona tiene para poder deshacer todos los nudos que se le han hecho por dentro.

Necesita poder vivir su sufrimiento. Si en ese tiempo encuentra la comprensión y la compasión que precisa, entonces encontrará también la forma de recuperarse, e incluso, de salir mejor y enriquecida, en paz con la vida.

No existe un tiempo fijo para vivir el duelo. Cada cual necesitará su tiempo. Y sólo nosotros podemos marcar el tiempo que necesita nuestro ser para poder considerarse recuperado. Todo ello a pesar, de que muchas veces nuestros familiares y amigos, nos apremian, quisieran vernos en la normalidad ¡ya!, tal vez porque así ellos tampoco sufrirán tanto... Pero sólo cada uno de nosotros sabe lo que necesita

Etapas del duelo

Es peligroso vivir de la memoria, del pasado. Sólo el presente está vivo. Es el ahora lo que importa, porque ahora es la vida, ahora es todo posible, ahora es la realidad. Anthony de Mello

1-

Outdoors in Autumn

Negación

Y la primera etapa de este proceso, haya sido o no anticipada la pérdida, es “la conmoción, el sentimiento de insensibilidad y de incredulidad”. ¡Esto no puede estar sucediendo!,¡No, no puede ser! Quizá nos lamentaremos y gritaremos de dolor; quizá nos quedemos ahí, inmóviles; quizá las olas del dolor alternarán con momentos de perplejidad e incomprensión. Nuestra conmoción puede ser leve si hemos vivido lo suficiente como para entender el desenlace de una agonía larga e inminente. Nuestra conmoción puede ser menor. Pero el hecho de que alguien que amamos en el tiempo y en el espacio ya no existe no nos parece enteramente real, está mas allá de nuestra credulidad.

Aunque una muerte esperada a menudo nos impresionará menos que una muerte inesperada, en el caso de las enfermedades mortales nuestra impresión más grande quizá corresponda al momento en que la enfermedad es diagnosticada, y aunque en los momentos que preceden a la muerte a veces podemos sufrir de un “duelo anticipado”, nos será difícil asimilar la muerte de una persona querida. La muerte es uno de los fenómenos de la vida que reconocemos más con nuestra mente que con nuestro corazón. Y a menudo, a pesar de que nuestro intelecto reconoce la pérdida, hay una parte de nosotros que intentará negarla intensamente.

La incredulidad y la negación pueden permanecer después de la conmoción inicial. De hecho, puede exigir todo el proceso de duelo para hacer de la imposible muerte una realidad.

2-Enojo e ira

Después de la primera etapa del duelo comenzamos con una etapa más larga de intenso dolor psíquico, de lamentos y de llantos, de cambios emocionales y de quejas sobre nuestro estado de salud, de letargos o hiperactividad, de regresiones (a una etapa mas desvalida en la que pedimos socorro), de total desesperanza y ansiedad por la separación. Y también de furia. Hay quienes insisten en que la furia hacia los otros y también hacia los muertos es parte invariable del proceso de duelo.

Sentimos furia y odio hacia los muertos de la misma manera que un niño odia a su madre cuando ésta se va. Y, al igual que ese niño, tememos que sea nuestra furia, nuestro odio y nuestra maldad lo que los ha hecho desaparecer. Sentimos culpa intensa por lo que hemos hecho y por lo que hemos dejado de hacer.

Los sentimientos de culpa –la culpa justificada y la culpa irracional- también son a menudo una parte del proceso de duelo. Esto es así porque la ambivalencia que caracteriza a nuestras relaciones amorosas más intensas ya influía en nuestro amor por los muertos cuando aún estaban vivos. “Debería haber sido mas generoso”, “Debería haber sido mas comprensiva”, “Debería haber tratado de llamar a mi madre más a menudo”. “Ahora es demasiado tarde.”

La furia, la culpabilidad, la idealización –además de los intentos de reparación- parecen sugerir que sabemos que los muertos están muertos, aunque alternativa e inclusive simultáneamente podemos seguir negando esa muerte.

3.- Aceptación y adaptación

Judy Tatelbaum, autora de: Valor para afligirse, escribe: “Recobrarse totalmente de una pérdida significa acabar o desprenderse totalmente. Recobrarse de la muerte de una persona querida no es eliminar el amor o los recuerdos, significa aceptar su muerte, que disminuyan el dolor y la pena, y sentirnos libres para ocuparnos de nuevo de nuestra vida”.

Al dejar ir a alguien a quien queremos mucho, todos nosotros nos enfrentamos con el mismo compromiso consciente: llorar y desprendernos del pasado para poder dar forma a la nueva vida. Somos conscientes de la realidad de la impermanencia y la muerte, que no hacen concesiones, pero tenemos que resistirnos a la tentación de dejar que se cierre nuestro corazón, de decidir no volver a amar o confiar en otra persona. Si sucumbimos a esa tentación, inmovilizamos nuestra vida en el pasado, y acabaremos proporcionándoles un sufrimiento indecible a aquellos que nos aman, y en especial a nuestra pareja e hijos. Tratando de defendernos del dolor, perdemos contacto con la fuente de amor que hay en nuestro corazón y sin darnos cuenta causamos más dolor a nosotros mismos.Aunque la persona que hayamos perdido sea la más importante de nuestra vida, podemos expandir la expresión de nuestro amor después de su muerte. Una viuda comentó: “ Lo más difícil no ha sido perder el amor de mi marido, porqué esté donde esté aún puedo sentir su amor por mí. Lo difícil es sentirme imposibilitada para expresar mi amor de alguna forma."

Encontrar sentido a nuestra nueva vida

Mientras caminamos por esas dolorosas experiencias de la vida, no debemos olvidar nunca que tenemos una increíble capacidad de adaptación y supervivencia. Como los grandes bosques que se queman y vuelven a crecer de nuevo, como la primavera que sigue al invierno, esa es la naturaleza de todo; sea cual sea nuestro sufrimiento, podemos seguir creciendo. Se necesita valor para creer que sobreviviremos, que creceremos. También hace falta valor para vivir ahora y no posponer la vida para un vago mañana.Es muy importante recordar que cuando vivimos un duelo, somos más que nuestro sufrimiento y que, podemos trascenderlo, que tenemos que abrir nuestro corazón con amor para no perder nunca nuestra visión panorámica. Todos estamos en un mundo de sufrimiento; la pérdida,, la enfermedad la muerte y la pena, no son cosas inusuales, son transiciones muy fuertes, pero también oportunidades para despertar de nuestra forma egocéntrica y materialista de ver la vida.Si en vez de huir en dirección contraria, mirásemos hoy a través del espejo de nuestra muerte, ello nos motivaría a buscar una dirección que diese sentido a nuestra vida. Si supiéramos que nos queda un tiempo limitado, seguramente descubriría lo limitadas que han sido nuestras prioridades, y reorganizaríamos nuestro tiempo y actividades en consecuencia, (como también un compromiso espiritual) para que reflejen nuestros verdaderos VALORES

a) CONCIENCIA Y ACEPTACIÓN DE UNO MISMO:

Para encontrar sentido a nuestra vida debemos querer SENTIRNOS VIVOS, y esto significa ser plenamente conscientes de nuestra experiencia presente y aceptarla. Cuando no encontramos una salida al sufrimiento, con frecuencia nos escondemos detrás de una concha de aislamiento. Intentando filtrar de la consciencia cualquier sentimiento desagradable o que nos dé miedo. Limitamos además nuestra capacidad para experimentar todo lo que puede darle valor a la vida: el sentimiento de estar vivo y de alegría, de paz interior, de compasión auténtica, de juego y curiosidad, de apertura y confianza para dar y recibir amor.

El paso por las etapas del duelo es un proceso en el que se avanza hacia la bendición, la “aceptación“, pero sólo podemos realizar plenamente ese proceso cuando sentimos la aceptación de otra persona..... La “aceptación“ de nuestro propio ser, es decir, reconocer nuestro valor como personas, depende de saber que somos aceptados por alguien o algo más grande que nuestro yo individual... La aceptación es el comienzo del crecimiento.

b) PROPONERNOS UN DIÁLOGO AUTÉNTICO CON LOS DEMÁS:

El segundo compromiso para encontrarle un sentido a la vida es proponernos una relación auténtica y un diálogo creativo con los demás. . Al comprometernos con un verdadero diálogo, tenemos que estar dispuestos además a escuchar y aceptar a la otra persona y su experiencia.Si en los periodos más oscuros de nuestra vida, conectamos auténtica y sinceramente con al menos una persona, eso nos dará un rayo de esperanza.

El primer compromiso significa en realidad dejar de ocultarnos a nosotros mismos. En el segundo compromiso se nos invita a dejar de ocultarnos a los demás y a conectarnos humanamente y con sentido, a valorar a los demás como hemos empezado a valorarnos y aceptarnos a nosotros mismos. Las relaciones abiertas y auténticas que hayamos cultivado a lo largo de la vida son unos recursos inapreciables, que nos ayudarán a afrontar las pérdidas y el sufrimiento inevitable.

c) DECIDIR ADOPTAR UNA DIRECCIÓN POSITIVA:

Si falta dirección o propósito a nuestra vida, no viviremos realmente, sólo existiremos. Y así, cuando tengamos que afrontar las inevitables pérdidas de la vida, nos parecerá que nuestra existencia no es más que un sufrimiento sin sentido y no nos quedará otra cosa que el desvalimiento y la desesperación.

George Pollock, que ha escrito abundantemente sobre el tema del duelo, lo ha definido como “una de las formas más universales de adaptación y crecimiento”. El duelo exitoso, señala, es mucha más que tratar de sacar el mejor partido posible de una situación desfavorable. El duelo, dice, puede conducir a un cambio creativo.

La muerte es una experiencia. A veces aparece de un modo progresivo, en otros casos de manera inesperada, pero anunciada o sorpresiva, siempre llega a tiempo. Cada persona muere como vive y como crece; de modo inconsciente, cada ser humano planea su propia forma y momento de vivir.

La muerte es inevitable y puede ocurrir de mil maneras, pero en lo que nunca debe convertirse es en una muerte sin sentido, ya que toda muerte trae consigo un mensaje para los que quedamos vivos. Aprender la lección que nos enseña evita que una muerte sea un sacrificio inútil

Gazing Out to Sea


 
 
 

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