Cómo superar la amargura
- Alejandra Stamateas
- 10 sept 2015
- 6 Min. de lectura

Hay mujeres que viven sufriendo por hechos dolorosos del pasado, padeciendo internamente. Llevando por donde van esa bronca contenida que llevan dentro. Esa es la amargura y en esta nota Alejandra Stamateas te da las claves para salir de la amargura y vivir una vida feliz y realizada.
En la Biblia se habla de "una raíz de amargura" y habla de la amargura como una raíz. Y fíjense qué interesante: la raíz de una planta no se ve, pero está. La raíz no se ve, pero se siente. Y vos sentís desgano, sentís desánimo, sentís enojo. Incluso, cuando te acordás de esa persona, hasta te ponés colorada de la bronca, del recuerdo de lo que te dijo, de cómo te lo dijo, de lo que te hizo ¡Justamente eso es la raíz no se ve, pero se siente! Hay mujeres que en su interior guardan amargura. Y es esa amargura la que hace que critiquen a todo el mundo, que odien a media humanidad, que no quieran seguir adelante y que vean todo de manera negativa. Nos damos cuenta cuando una mujer es amarga apenas habla. Las mujeres amargas destilan amargura. Pero esa persona a veces ni se da cuenta de que habla con amargura porque le parece natural, porque como la raíz no se ve, ella no se da cuenta, pero todo su ser está siendo nutrido por la amargura. Lo que en realidad hace es traer su pasado, transferir ese pasado a su presente y vivirlo como si eso estuviera pasando hoy. Cada vez que viene el recuerdo de ese hecho, de esa mentira, de esa desilusión, es como si lo volvieran a vivir. Hacen una trasferencia del pasado a su presente, viven en ese pasado y por eso no pueden avanzar, por eso no pueden realizar sus proyectos.

Una mujer amargada dice: "Eso me destruyó la vida, yo me detuve en esa etapa de mi vida y ya no puedo avanzar ".
Hay personas que tienen una raíz de amargura y creen que con todos los dichos, las acciones, las indiferencias, los enojos y los retos, están matando destruyendo al otro como él las destruyó a ellas. Pero si ese es tu caso, tenés que saber que la única que termina envenenándose y muriéndose sos vos. Así que, ¡amargura fuera de mi vida! ¿Cómo hago para desahogarme de la amargura? ¿Cómo me saco la amargura de encima? ¿Cómo me desahogo? ¿Cómo hago para volver a empezar un proyecto en mi vida, para volver a recuperar la alegría, la felicidad? Primero: Necesitás tener más tolerancia a la frustración. Hay cosas que no salen como queremos y eso lo tenés que saber, porque además de aplicarlo en tu vida, se lo tenés que enseñar a tus hijos. Si a tus hijos vos le das todo todo todo, todo el tiempo, cuando sean grandes, van a querer todo todo todo, y apenas aparezca el primer problema, ellos se van a poner a llorar o van a querer conseguir eso de cualquier manera, aunque sea ilegalmente. Y esto ocurre porque nunca se enfrentaron al hecho de que hay cosas que no van a tener, hay cosas que no van a lograr y hay cosas que no van a salir de la manera en que ellos quieren. Segundo: Reeditá los hechos. "Está bien, yo viví esa situación negativa, pero estoy viva porque mantuve la salud"; "Me fue mal en mi matrimonio, ¡pero qué bueno los hijos que tengo!, son el tesoro de ese matrimonio tan malo, tan violento, tan agresivo". Sacá lo precioso: en todas las circunstancias hay un tesoro, algo bueno. Vos tenés que aprender a leer la vida de esa manera. Tenés que buscar lo positivo y empezar a contar los bienes y no lo malo.
Tercero: Tengo que perdonar. Perdonar es un poder y ese poder tiene tres momentos:
El primer momento es el perdón por obediencia. Muchas veces, cuando nos lastimaron, cuando nos hirieron mucho, no queremos perdonar. Por eso, el primer paso es el perdón por obediencia. Eso significa que tenemos que perdonar por decreto. No lo sentimos, no tenemos ganas y el odio sigue estando dentro de nosotros, pero lo hago por obediencia. Simplemente suelto el decreto del perdón. "Perdono a fulano porque me hizo esto; perdono a mi mamá porque me hizo aquello; perdono a ese familiar, perdono a mi hijo". Tenés que decretar el perdón con tu boca. Recordá que el perdón es un poder. Entonces, en un primer momento, el perdón es por obediencia.
El segundo momento es un perdón sistemático. ¿Qué es el perdón sistemático? Pedro le preguntó a Jesús: "¿Señor, nosotros tenemos que perdonar siete veces?". Pero, Jesús le dice: "No, Pedro. Vos tenés que perdonar setenta veces siete". Setenta veces siete es el perdón continuo, el perdón sistemático. Es seguir perdonando cada vez que viene a nuestra mente una imagen, cada vez que viene el recuerdo de esa persona, cada vez que viene eso que nos hace arder de ira, de enojo. Es entonces cuando tengo que volver a perdonar. Cada vez que vuelve la bronca, vuelvo a soltar el perdón, porque el perdón es un poder.

¿Cuántas tomaron alguna vez un medicamento cada cuatro horas porque tenían una angina o fiebre? Muchas veces sucede que cuando lo empezás a tomar no ves ningún resultado: seguís con tos, seguís con catarro, seguís con fiebre. Recién cuando empieza a pasar el tiempo empezás a ver el proceso de lo que hizo el medicamento en tu cuerpo. Recién a partir del tercer o cuarto día empezás a ver una mejoría, el poder del medicamento que hizo algo sobre tu enfermedad y te esta sanando. Así es el perdón continuo: vos no ves nada, la bronca sigue viniendo, el odio vuelve, pero soltás el poder del perdón y algo empieza a sanarse adentro de vos. No sentís nada todavía, pero el poder del perdón está haciendo algo, y de pronto, cada día te sentís un poquito mejor. No es algo instantáneo, es un proceso, pero cada vez que viene la imagen y decís: "Lo perdono, yo decreto perdón sobre esa persona por el daño que me causó", es como ese remedio que estas tomando todos los días, y ese poder empieza a sanar algo en tu interior.
El tercer momento es el perdón como punto final. Llega un momento en que las emociones con respecto a ese hecho se terminan. Recordás el hecho pero sin la emoción de bronca; lo recordás como algo más que viviste en tu vida. "Sí, me acuerdo que me traicionó, me acuerdo que me mintieron". Pero ya no lo recordás como antes, con esa emoción tan fuerte que te daba ganas de llorar, golpear una pared o salir corriendo para ir a decirle algo. Ya no lo recordás así porque ese perdón es como un punto final.
¿Cómo te das cuenta de que perdonaste como punto final? En primer lugar, porque no sentís las emociones, y después, porque te empezás a hacer otras preguntas. Por ejemplo: "Tal vez yo no estaba preparada en ese momento para eso"; "tal vez yo no conocía bien a esa persona"; "quizás esa persona no cumplía con mis expectativas o teníamos distintos intereses". Comenzás a ver el hecho de otra manera, a hacerte preguntas diferentes y a sacar nueva conclusiones respecto a todo lo que te pasó. Y ahí es cuando te vuelven las ganas de vivir, de tener nuevos proyectos. Y es que sanaste la raíz de amargura. Y tal vez eso es lo que te tenga que pasar: que vuelvas a tener ganas de vivir, que digas, "Yo sé lo que me pasó, pero hoy estoy acá en otra etapa de mi vida. Ya me hice las preguntas que me tenía que hacer, y si hoy me encontrara con esa persona, con la madurez que he adquirido, seguramente no me volvería a pasar lo que me pasó, porque trataría las cosas de una forma diferente". Eso es sanar la raíz de amargura, que te vuelvan las ganas de vivir otra vez. Alguien dijo: "Perdonar nunca es un error".
Hay muchas mujeres detenidas por la bronca, detenidas por las cosas que no fueron como pensaban e imaginaban, detenidas porque las cosas no se están dando como las planificaron, detenidas por el engaño, pero el perdón suelta a un rehen y ese rehen sos vos. El perdón te libera para que puedas ir camino a tus sueños.

Comments